La Muralla Romana

El centro de Lugo, la antigua Lucus Augusti, está rodeado por una Muralla romana de 2.266 metros de circunferencia. Esta impresionante fortificación, una de las más grandes de su tiempo, se erige entre finales del s. III y comienzos del s. IV durante tiempos críticos para la ciudad desde el punto de vista político y militar. Además, es la única en los tres continentes por los que se extendió el Imperio Romano que conserva íntegro su perímetro.
Por esta razón, el 2 de diciembre del año 2000 la UNESCO inscribió oficialmente la Muralla de Lugo en la lista de monumentos declarados Patrimonio de la Humanidad.
La Muralla estaba coronada por 85 grandes torres semicirculares que medían entre diez y trece metros de diámetro, y estaban elevadas sobre el adarve con grandes ventanas en cada una. De estas torres actualmente sólo se conservan 71 cubos a nivel del adarve, menos un resto de A Mosqueira que está por encima de este nivel. Tenían acceso desde el interior de la ciudad por una escalera abierta a media altura en la muralla, a la que se accedería a través de una escala de madera. El espesor medio de los muros era de seis metros, y el adarve, el paseo superior, que ahora está entre los ocho y los doce metros por encima del suelo exterior, entonces quedaría a una altura más regular y se supone que tendría almenas entre las torres. Además, había fosos de unos veinte metros de ancho y cinco de fondo y que dificultarían la aproximación de máquinas de asedio y la excavación de minas (única posibilidad de tomar la ciudad).
Así era la Muralla romana de la bimilenaria ciudad de Lugo. Pasaron diecisiete siglos y su función militar caducó, las torres fueron cayendo (menos el resto de A Mosqueira), se abrieron puertas nuevas, la población se extendió por fuera, pero el perímetro se conserva completo y los 71 cubos conservados le dan a esta tremenda fortaleza su carácter inconfundible.
Hoy, sus diez puertas (cinco antiguas y cinco nuevas) unen el casco antiguo con el ensanche de la ciudad. El adarve -que tiene una anchura de unos cuatro metros- es un paseo tradicional extraordinario, considerado una calle más de Lugo, al que se accede por escaleras adosadas al paramento interior. De día es el mejor mirador sobre el casco histórico; de noche, gracias a una discreta iluminación, es un poético paseo con un halo de misterio.

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